Una vez, un enero en Río Colorado se casaron dos chicos, y tuve la suerte de estar ahí. Hacía mucho calor, fuimos en auto y como nunca había pasado de la estación de servicio de la entrada, todo era nuevo para mi. Llegamos al registro civil, y participamos de una ceremonia muy íntima, con un monton de gente que los quería, como debería ser siempre. Pasaron las palabras de la jueza, el beso, el arroz, y estuvimos a punto de emprender la retirada. Por suerte nos invitaron a la quinta donde iban a almorzar, y pudimos no solo hacer un monton de fotos lindas, sino que de yapa comi uno de los mejores sanguchitos de jamon crudo que probe en mi vida. El resto, una linda historia que las fotos van a contar mejor que yo. :)
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